Literally y figuratively, ayer fue un día de cine. La lluvia y el frío, que ya no parece tanto de otoño, invitaban a cocinar risotto, meterse en una sala y dejarse llevar por una película, o por dos (unas mejores que otras), y luego quedarse en un sofá, a disfrutar del momento.
Y hoy, con la ventana abierta, vuelvo a oir latas bailar.
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