diumenge, 6 de desembre del 2009

La encantadora de Florencia

Para paliar (o alimentar) la melancolía con que Florencia me inunda, devoro todo aquello que habla, suena, sabe o huele a esta ciudad.
Así que este libro de Salman Rushdie era de obligada lectura para mí. Se lo capté al "señor de la razón perpetua" antes incluso de que lo desembalase y se me ha hecho largo, largo, muy largo. Y he aprendido que no todo lo que lleva el nombre de Firenze me tiene que gustar, aunque lleve un título tan apetecible.
Salvo fragmentos como estos (si alguien tiene intención de leerse el libro, que no siga leyendo, pues voy a transcribir lo interesante):

"Imaginad unos labios de mujer - susurró Mogor -, fruncidos y prestos a dar un beso. Así es la ciudad de Florencia, estrecha en los bordes, hinchada en el centro, atravesada por las aguas del Arno, que separa los dos labios, el superior y el inferior. La ciudad es una hechicera. Cuando os besa estáis perdido, seáis plebeyo o rey."

"Si la historia hubiera seguido por otros derroteros, los viejos dioses aún reinarían, los dioses a los que habéis vencido, los dioses de múltiples cabezas y extremidades, colmados de leyendas y hazañas en lugar de castigos y leyes, los dioses del ser junto a las diosas del hacer, dioses danzarines, dioses risueños, dioses de relámpagos y flautas, tantos, tantos dioses, y quizás habría sido mejor así."

"... Tal conciencia te permitió ponerte en pie, recobrarte y echar a correr. Si corrías deprisa tal vez lograras escapar de tu pasado y del recuerdo de todo lo que te habían hecho, y también del futuro, la inexorable desventura que se extendía ante ti. ... ... Era necesario que corrieses tan deprisa como te fuera posible hasta alcanzar el límite entre los mundos, y allí no te detuviste, atravesaste la frontera como si no estuviese, como si el cristal fuese aire y el aire fuese cristal, haciéndose añicos el aire en torno a ti como el cristal mientras caías. Rebanándote el aire en pedazos como si fuera la hoja de un cuchillo. Era agradable caer. Era agradable caerse de la vida. Era agradable."

"... y en este mundo sin amor puede que sea más sensato soñar que despertar."