dilluns, 6 de juliol del 2009

Carta desde un campamento de desalojados

En la línea de no olvidarnos de los desalojados por el terremoto de Abruzzo de hace hoy tres meses, traduzco una carta que una desalojada envió el día 15 de junio a un diario digital italiano. Es un poco larga pero creo que merece la pena leerla. La original en italiano podéis leerla aquí.

"Querida Redacción,
soy Pina Lauria y resido en L´Aquila; actualmente "habito" en el campamento Italtel 1, porque mi casa, que tengo aún que acabar de pagar, ha sido designada con la letra E, que en este dramático alfabeto significa "daños gravísimos".
Escribo para ilustraros algunas consideraciones, de carácter general y, más en concreto, relativas a la calidad de la vida en los campamentos.
Mientras, pongo en evidencia la gran confusión que hay en la ciudad: casi dos meses después del terremoto, vivimos todavía en estado de emergencia. Uno de los grandes enemigos en estos días, y de los próximos, es el calor: llegarán los aires acondicionados pero resolverán poco porque, como seguramente sabréis, el aire acondicionado funciona en una casa, con las paredes de hormigón y con las ventanas cerradas, no en una tienda, donde el sol pega directamente y de donde se sale y se entra... Además, ¡tampoco es que la tienda se cierre herméticamente!
Entonces, el verdadero problema es esta larga permanencia en los campamentos a la que estaremos obligados hasta principios de noviembre. Es absurdo e inconcebible que, para saltar una "fase", como ha dicho el Presidente del Consejo, sea necesario esperar casi siete meses para tener una casa, como sea. Y en noviembre, si las cifras permanecen como las que ha dicho el Gobierno y Protección Civil, serán sólo 13000 los ciudadanos aquilanos los que podrán dejar las tiendas. Sobre esto quisiera aclarar que se está asistiendo a un baile de cifras que esconde una amarga verdad. Me explico. Estas cifras se refieren a las comprobaciones efectuadas hasta ahora y de los resultados obtenidos. Se está razonando en estos términos: si sobre un total de casas comprobadas, ha resultado una habitabilidad del 53%, y manteniendo esta regla, entonces las casas inhabitables serán en torno a 5000 para 13000 personas.
La habitabilidad ha sido declarada por los edificios de los pueblos cercanos a L´Aquila; los barrios más cercanos al centro histórico, y adosados a las murallas: Sant´Ana (el barrio donde vivo), Valle Pretara, Santa Barbara, Pettino, todos muy poblados, tienen las casas inhabitables.
Además, es necesario considerar que el centro histórico todavía no ha sido sometido a ningún tipo de comprobación porque, aún hoy, es zona roja.
En el centro histórico residen casi 12000 ciudadanos, sin contar los no empadronados, sobretodo estudiantes lejos de casa. Entonces, en noviembre deberían tener casa almenos 26000 ciudadanos, haciendo un cálculo a la baja porque, considerando también los habitantes de los barrios destruidos, los inmuebles por recuperar con intervenciones muy importantes y, por tanto, con tiempos necesariamente largos, seguramente las habitaciones necesarias deberían de ser del orden de las 45000 personas.
Éste es el futuro que nos espera y ¡lo tienen escondido! Pero el Presidente del Consejo ha dicho que, de todas formas, las tiendas han sido ya dotadas de instalación de calefacción, y ese "ya" me ha inquietado mucho.
No podemos aceptar el continuar en las tiendas hasta noviembre, ¡ni seguramente hasta marzo del 2010!
Este razonamiento lo estaba haciendo hace algunos días en el campamento: primero con algunas personas, después se acercaron otros y nos convertimos en un buen grupito: tras algunos minutos de la formación de "la asamblea no autorizada", llegó la policía, de servicio en el exterior del campamento. Pregunté si había algun problema. Me respondieron que no, pero que se quedaban ellos también a escuchar.
Conclusión: después de unos minutos, todos nos volvimos a las tiendas. Cuento este episodio, y puedo citar tantos otros (a algunos componentes de varios comités ciudadanos, que estaban recogiendo firmas para la contribución del 100% para la reconstrucción o restructuración de la casa, les ha sido prohibido el acceso a los campamentos), para denunciar lo que defino como la suspensión de los derechos garantizados por nuestra Constitución: libertad de opinión, de palabra, de movimiento.
Bien, puedo comprender, aunque no justificar, un comportamiento tal durante el primer mes, que para mi representa la verdadera fase de emergencia, pero hacernos pasar tal lógica antidemocrática durante 7 meses, y todavía más, parece más de un golpe de Estado que de una "protección civil". Ahora me encuentro por unos días en Bologna, e casa de mi hija Mara que está ultimando un doctorado en Derecho Laboral (sin beca, porque el Alma Mater no tenía fondos suficientes para financiar las cuatro plazas publicadas: Mara ha quedado tercera, paga una tasa de inscripción de 600€ al año y un alquiler de 500€ mensuales, más gastos); justo esta mañana he tenido que llamar al responsable de mi campamento porque la familia que vive conmigo me ha informado de que se estaban efectuando controles para asignar la nueva tarjeta de residente de campamento (tengo ya una). Me he puesto tan nerviosa que me encontraba mal: este procedimiento se repite a menudo en los campamentos, la exhibición del documento y la autorización de acceso para los "externos" que vienen a hacerte una visita, y que quizá son tus hermanos, hermanas, madres y padres que han encontrado apaño en otros campamentos o lugares, el hecho de que ahora, a pesar de haber advertido que iba a estar un poco de tiempo con mi hija, deba reentrar para tener de nuevo la tarjeta, después de presentar un documento de reconocimiento, aunque sea la tercera vez que los responsables del campamento hayan anotado el número de mi carnet de identidad, me quema de manera increíble. Pero, ¿la Protección Civil me debe proteger de forma civil o me debe tratar como si estuviese en un campo de concentración? El responsable de mi campamento, cuando he hablado con él esta mañana, me ha dicho que no había ningun problema, que podía volver cuando quisiese, entregar la vieja tarjeta y recoger la nueva, y que de todas formas debía comunicar el alejamiento del campamento la próxima vez que ocurriese. Me pregunto: ¿porqué debo comunicar mis desplazamientos?
La tienda, ahora, es mi casa y me temo que lo será por mucho tiempo, almenos hasta noviembre. ¿Cuál es la norma que me impone comunicar mis desplazamientos? Si se me responde que se está en presencia de una situación de emergencia, y que tal situación durará meses y meses, ¡entonces estamos verdaderamente en presencia de un pavoroso rebajamiento de los niveles de democracia! No estoy "vaporosa", no estoy enfadada: ¡estoy exacerbada!
Mantengo que nuestra ciudad se está conviertiendo no en una ciudad a reconstruir, sino en una ciudad "laboratorio", en la cual se quiere experimentar el nuevo modelo de sociedad: privado de derechos, pasivo, sin necesidades: ¡aquello que te doy es fruto de la buena voluntad de los voluntarios o del emperador y lo tomas diciendo también gracias! ¡Me niego! ¡Y se niegan los ciudadanos aquilanos! ¡Sobre nuestros cuerpos, sobre nuestras mentes, sobre nuestras conciencias, sobre nuestras memorias nadie tiene el derecho de meter mano! Otra consideración: las tiendas de emergencia son todas de 8 plazas, para poder acoger, en períodos muy breves después del evento catastrófico, al mayor número de personas. En consecuencia, hay muchísimas situaciones de promiscuidad (la vivo yo misma, con otra familia que tiene dos niños pequeños). Vuelvo siempre a la consideración de antes: una situación de promiscuidad puede ser propuesta y aceptada, debido a la desorientación total en que cada uno se encuentra tras un hecho así de terrible, durante un mes, ¡pero no durante 7 meses o más! ¡En algunas tiendas están juntos incluso tres núcleos familiares! Me pregunto: no se quieren utilizar los barracones, pero entonces el Presidente del Consejo, que tiene tantas ideas bellísimas (sobre las mujeres, sobre los juicios, sobre el Parlamento, sobre la Constitución) ¿por qué no piensa en hacer llegar tiendas para cuatro? O mejor, ¿por qué no consigue garantizar, desde ya, un arreglo digno, sin obligarme a tener que ir a la costa o a apartamentos situados en el ámbito de la Región de Abruzzo, seguramente no en L´Aquila, donde está la destrucción total?
Justo ayer, un grupo de psicólogos afirmaron que esta situación de promiscuidad está destrozando a las familias porque, a parte de las discusiones que hay, desde las cosas más grandes a las más pequeñas (pensad que se está discutiendo incluso por el aire acondicionado, los que lo tienen, porque unos lo quieren encendido, los "compañeros de tienda" lo quieren apagado; quien quiere ver la tele y quien quiere descansar), la falta de intimidad y de momentos privados determina un nerviosismo y una sensación de anulación de cada sentimiento, sin considerar que en los campamentos no existe ningún momento de intimidad, ni en los baños, ni en las duchas ni a la hora de comer ni a la hora de cenar. No puedo quedarme en silencio y aceptar pasivamente: quiero ser protagonista de mi vida y de la reconstrucción de mi ciudad, ¡y no quiero sentirme como una participante de Gran Hermano! No tenemos la intención, nosotros los aquilanos, de ser triturados por la sociedad del espectáculo: al barro mediático opondremos nuestra inteligencia, voluntad y valentía... y nuestra rabia. L´Aquila es la mía, nuestra ciudad y no está en venta, ¡para nadie! Espero que esta carta mía la toméis en consideración: soy fuerte, valiente... como todos vosotros y espero que me podais dar voz.
Os lo agradezco, de corazón... ¡aunque esté destrozado!
Adiós a todos"

Después de leer esto comprenderéis lo "ilusionados" que están los aquilanos con la celebración en breve de la cumbre del G8 en su ciudad. Mientras ellos siguen en campamentos, los líderes mundiales encabezados por un payaso se alojarán en edificios recién arreglados y adecuados con todas las comodidades imaginables.