dilluns, 6 d’abril del 2009

E le mure crollano...

Esta mañana me han despertado con la noticia de que un gran terremoto había sacudido la región italiana de Abruzzo durante la madrugada. Mi mente todavía no debía de estar muy despierta y me he vuelto a dormir. Supongo que habré soñado con algo referente a la noticia porque me he levantado un rato después con una sensación de desazón que me está durando todo el día: voy como zombie y me encuentro realmente mal. Quizás no tenga nada que ver y únicamente me esté poniendo enferma para "disfrutar" de la Semana Santa, pero quizás sí que me haya afectado.
Cada poco tiempo desgraciadamente, nos llegan noticias de catástrofes naturales alrededor del mundo; la mayoría de nosotros nos compadecemos pero seguimos haciendo nuestra vida, "todo eso siempre ocurre lejos". Sin embargo, esta vez no es tan lejos. Al menos para mi. La región no la conozco, pero Italia sí: estuve viviendo y recorriéndola en gran parte durante un año. Imagino todo el arte de una ciudad histórica italiana hecho escombros: el Duomo de L´Aquila maltrecho, cascos antiguos y encantadores que ya no existen. No quiero ni pensar en qué sería de una Firenze con la cúpula de Brunelleschi en el suelo o, acercándonos, de una València sin su Micalet. Pero peor que esta histórica materialidad es que tengo amigos que viven a menos de 100km del epicentro y no puedo evitar pensar en ellos, en cómo lo estarán viviendo, en los habitantes de esos pueblos destruidos, en los que se están dejando las fuerzas en aprovechar estas horas vitales, en los que se han quedado sin nada y en los que se han quedado sin nadie. Y las paredes se tambalean...