divendres, 17 d’abril del 2009

Excursión a Chelva

Con el calentamiento que supuso la ruta por el Vedat y el cielo azul con el que amanecí ayer, no me quedó más remedio que decidirme a pasar el día en los Serranos.
El trayecto en coche hasta Chelva lo hicimos bajo un sol radiante y las canciones de Obrint Pas. Llegamos al inicio de la ruta y empezó a soplar un viento un poco desagradable (nada de brisa suave) que presagiaba tormentón. Así que cargamos todo el camino con los, finalmente innecesarios, chubasqueros. Tras un tramo de subida (de los que no me gustan) llegamos al acueducto romano de la Peña Cortada que atraviesa el barranco de la Cueva del Gato. Para seguir la ruta hay que atravesarlo, así que no es apto para sufridores de vértigo (son 30 metros los que hay antes de despeñarse...). El siguiente paso de la ruta era atravesar la Peña Cortada, un corte en la montaña que hiceron los romanos (bueno, supongo que los esclavos de los romanos) a base de pico y pala (que, estos, informes de impacto ambiental no debían hacer tampoco...) y que nadie sabe porqué no hicieron un simple túnel... El paso tendrá unos 80 cm de ancho y la verdad es que el contraste de atravesar el acueducto y seguidamente eso, mola mucho. De no tener nada lateral, a no tener casi espacio. Y a partir de ahí, pues una intermitencia de túneles, algunos con huecos abiertos para que pasase la luz y otros completamente oscuros. Y así estuvimos hasta que uno de los túneles (de los completamente oscuros y sin final a la vista) tenía un charco de lado a lado, también sin final a la vista, y como de medio palmo de profundidad. No llevábamos calzado adecuado y tampoco teníamos intención de completar toda la ruta (que llegaba hasta Calles); así que dimos media vuelta, rehicimos el camino andado y de paso escalé algunas rocas para fotografiarme con las nubes.
Comimos en el pueblo y, sin tiempo para que nos entrase el sueño siestero, bajamos por el barrio árabe de Benacacira hacia el río, a hacer un trocito de la Ruta del Agua. Por el camino me hinché a fotografiar amapolas (ya pondré alguna foto con retoques). Seguimos el curso del río hasta el otro lado del pueblo y ya volvimos a la Plaza Mayor atravesando el barrio morisco del Arrabal y el judío del Azoque muy rápidamente porque empezó a llover y a soplar un viento que hacía aún más difícil subir esas cuestas imposibles.
Y ya de camino a casa se formó un arcoiris impresionante sobre Casinos. Y paramos a comprar peladillas... (más por tradición que por devoción a las peladillas, que en realidad me parecen muy cansinas...) 

¡Quiero ir a la playa, al monte, tomar el sol, el aire, la lluvia si hace falta, pero no quiero encerrarme a hacer PFC! Suspiros interminables...