divendres, 22 de maig del 2009

La óptica

El otro día acompañé a mi madre a hacerse unas gafas nuevas. Las ópticas también son un mundo, quizá prefiera las ferreterías en cuanto a encanto, pero entrar en una óptica es todo lo contrario. Todo inmaculado, ordenado, como una clínica. Paredes llenas de gafas ordenadísimas en sus paneles. Alineación de mesas para atender a los clientes. Cuarto al fondo para graduarte la vista poniéndote esas gafas ortopédicas y haciéndote demostrar que te sabes las letras. 
Recuerdo una vez que acompañé a mi abuela y ni se dio cuenta de que había una V más grande que un A4, pobreta, con lo que le gustaba leer... Porque yo las ópticas las visito de acompañante o para comprarme unas gafas de sol. Afortunadamente tengo una vista privilegiada (de momento), tengo unas gafas porque cuando aprobé Dibujo Técnico me empeñé en que no veía bien. Pero la oftalmóloga me dijo que no era necesario... Ains... y recuerdo mis gafas preferidas de sol, que me costaron una pasta y me duraron un par de meses, y camino de la cafetería del Ágora al examen final de Física, las perdí y lo suspendí... ¡qué disgusto! Mis arquitectillos están aburridos de mis lamentos recurrentes por esas gafas... Guardemos un minuto de silencio.
También me acuerdo de pequeña de acompañar a mi madre (que es la que ha llevado gafas toda la vida, porque mi padre no se puso hasta el año pasado) y, aburrida de esperar, me puse a dar vueltas y vueltas en un taburete de esos giratorios. Hasta que me di un golpe en la rodilla que, imaginaos lo que me dolió, que unos veinte años después aún me acuerdo.
Y no me acordaba lo difícil que es escoger las gafas... ¡dos horas estuvimos! ¿Por qué se empeñan en llenar las patillas de brillantitos, logos dorados en forma de águila, osito o letras engarzadas? Al final elegimos unas de las más sencillitas que encontramos. Y entonces mi madre dijo: "También quería unas de sol"... ¡Y vuelta a empezar! Y luego a eligir el tipo de cristal adaptándolo a la pasta que te quieres gastar... Y ¡a intentar regatear, a pedir un buen descuento! Y la chica acostumbrada... ¡¿Por qué?! ¿Dónde pone que en las ópticas hacen descuentos si lo pides? Porque a mi no se me hubiese ocurrido... no sé, el precio está marcado, ¿no? Pues lo tomas o lo dejas. Yo no he visto a mi madre nunca regatear en el Corte Inglés o en la panadería...
Y os aviso, aunque ya llevan tiempo de moda, el mundo se va a llenar de gafapastas por obligación. Las abuelas de pelo rubio enlacado y gafas metálicas doradas no sé dónde se van a surtir, porque de eso ya no hay.

La imatge és de l´óptica del carrer de les Comedies a València feta per Tono G. Ayora.