dijous, 18 de juny del 2009

Marcello

Al lado de la que fue mi casa en Firenze, hay una pastelería inolvidable. La echo muchísimo de menos. Mis compañeras de piso eran muy habituales del local y me lo transmitieron. El dueño era un abuelito típico fiorentino. Es la Pasticceria Marcello.
Me encantaba desayunar allí a la maniera fiorentina; es decir, pedir en caja (capuccio e pasta), pagar 2€, elegir el bollo (los de crema y chocolate juntos eran increíbles), ir comiéndotelo de pie en la barra mientras te preparaban un auténtico capuccino y bebértelo luego. O bajar los domingos en primavera al sol de su terraza a desayunar leyendo La Repubblica. Recuerdo el día que fui a ver el piso que, antes de entrar, me pasé con el "señor de las ilusiones divertidas" por esta pastelería por casualidad y nos merendamos un bombolone alla crema cada uno, de los mejores que probé en toda mi estancia allí... Y cuando una de mis compañeras acabó la carrera bajamos da Marcello a celebrarlo con spumante...
En la cafetería trabajaba una chica sudamericana, nunca hablamos en castellano ni de nada más allá de qué tipo de dulce quería o si tomaría capuccino o espresso... pero sí se notaba una complicidad extranjera en la mirada. Y el día de mi cumpleaños, cuando bajé a comprar una tarta de limón, esa complicidad se tradujo en un peso más ligero, en dejar caer poco la tarta sobre la báscula y hacerme ahorrar un pastón... y sonrisas. Siempre que he vuelto después, han seguido estando esas sonrisas.
Y el otro día soñé con Marcello, el local lo habían ampliado, pero el dueño y la sudamericana seguían sonriendo. Tengo que volver pronto... ho bisogno di un capuccio e pasta!