divendres, 5 de juny del 2009

Triste y azul

Esta mañana no era capaz de levantarme, necesitaba que viniese a mirarme despertar... pero no venía. No lo he visto asustarse y salir corriendo con los truenos de una tormenta matinal. Al ir a desayunar, no me ha pedido desayunar conmigo. En la galería, ya no hay ni comedero ni bebedero, el recipiente de las piedras está sin piedras, limpísimo y en vertical, igual que su cama... Abro la nevera y quedan latas abiertas de comida, de la mejor, de los últimos intentos de abrirle el apetito, y una lata de sardinas y un potito de lenguado con bechamel. Abro la despensa y hay más latas, y pienso y galletitas. Entro en el baño y no corre a colarse antes de que cierre la puerta para que le abra el grifo y pueda beber, pero sí está la jeringuilla con la que le daba de beber los últimos días. Me quito el pijama y veo el arañazo que me hizo en el muslo el otro día al darle el jarabe. Me pongo a intentar dibujar y no está en mi cama, junto a mi mesa, acicalándose y haciéndose una bolita para dormir. Ya no hace falta que cierre algunas puertas, ni que tenga cuidado con las cosas que dejo por ahí. La casa está demasiado llena de él. Me parece verlo por todos los rincones. Dicen que los gatos no llenan tanto como los perros. No he tenido nunca un perro (porque me dan alergia), pero el vacío de Indu es muy difícil de soportar. Y más ahora que paso tanto tiempo en casa. Y ahora iré a hacer la comida y no se afilará las uñas en mis vaqueros mientras ronronea a ver si le cae algo.
Y me siento un poco culpable. Sé que era lo mejor para todos, pero la angustia del momento de firmar mi consentimiento no la puedo olvidar. Quizá era quien mejor me conocía porque me ha visto en todo tipo de situaciones: me ha visto llorar cuando nadie sabía que lloraba; ducharme con la puerta cerrada para el resto; cantar, cuando nunca nadie me había escuchado cantar; hacer el vago cuando pensaban que estudiaba; fumar en el balcón cuando no había nadie en casa y muchas otras cosas que no voy a contar, que quedarán entre nosotros dos.

Siento el cariz triste que ha tomado el Cráter estos últimos días pero, como dije en la primera entrada, es mi lugar para desahogarme y expresar lo que siento. Sé que volverán los días alegres. Y voy a intentar empezar a pensar en cosas bonitas para publicar. Así me animaré yo también.